Alice Cooper: se acabó el colegio

Con un nuevo disco bajo el brazo, del que cayó solamente la ineludible Welcome To My Show, y una batería de riffs imbatible que abarca la friolera de seis décadas, en las que el padrino y originador del llamado shock-rock ha sido fiel a sus principios e ideario artístico como pocos, Alice Cooper llegó al ALMA con una banda absolutamente pétrea y con una química inagotable, para dejarnos uno de sus mejores conciertos de los últimos años.

No nos engañemos, Vincent Fournier (Alice Cooper) tiene ya los 76 y su capacidad para sorprender, sobre todo para los que lo hemos visto varias veces, es prácticamente nula. Pero la entrega, la calidad y las ganas de crear un show en el que el entretenimiento no se reduce únicamente a lo musical, siguen intactas y tan efectivas como el primer día. La intención de explicar historias de carácter oscuro, funciona a las mil maravillas cuando Alice despliega sobre las tablas toda su parafernalia siniestra.

Ya sea a través de una performance con drag queen y látigo incluido (su primogénita interpretando), o con su clásica guillotina en la que le acaban cortando la cabeza, la teatralidad, las artes escénicas y visuales y la música se conjugan al mismo tiempo en un show que supera las expectativas de cualquiera poco ducho en el tema.

Un repertorio que no pasa de moda

Pero más allá de sacar un Frankenstein gigante en Feed My Frankenstein, de dejarse asesinar por Jason Voorhees en The Man Behind The Mask o meterse en una camisa de fuerza y homenajear a Vincent Price, ingredientes que no vas a encontrar en ningún concierto a día de hoy, Alice Cooper remató un set-list de ensueño par cualquier fan.

Para un artista como Alice Cooper, poder basar la gran mayoría de su repertorio en canciones publicadas en los años 70 y que sigan sonando tan actuales y perfectas como en la época, ya es todo un logro. Del Love It To Death, el Killer, el School’s Out y el Billion Dollar Babies, discos que comprenden desde el 71 hasta el 73 en su carrera, sonaron nada menos que nueve canciones, entre ellas la propia School’s Out con la que siempre finalizan sacando esos globos enormes a modo de juego con el público y que mezclan con ese himno universal llamado Another Brick In The Wall de Pink Floyd consiguiendo un efecto descomunal en el público.

El set-list soñado se completó con canciones tan emblemáticas como Hey Stoopid, Poison, Bed Of Nails, Lock Me Up, Under My Wheels, Lost In America y un buen puñado más que alargaron el concierto hasta la hora y media de duración.

No sé cuántas veces más vamos a tener la oportunidad de ver un concierto de estas características con un Alice Cooper tan dotado vocalmente y físicamente, pero por si acaso, este nos lo llevamos bien fresco en nuestros huesos.